El Ello, siempre tan torpe, tan instintivo, por su culpa
caigo y vuelvo a caer, por suerte para mí, Dios me agarra de la mano y no me
suelta más, así hace con sus hijos, siempre cerca, disciplinándolos cuando
tiene que, y dejándolos que tropiecen cuando necesitan aprender una lección nueva,
o la misma, una y otra vez; ya lo veo mirándome compasivamente diciéndome, “te
puedo guiar, pero está en vos escucharme o no, pero recuerda, cada tropiezo
tiene su dolor y consecuencia”.
Si el Yo no fuese tan ansioso, tan inocente, tan fantasioso,
tan desobediente, lanzándose a la primera sonrisa, si tan solo escuchara al Súper
Yo, ese Súper Yo que de súper no tiene nada, ya que en un descuido el Yo y el Ello
lo amordazan y queda cautivo por días, dejándome tirar al vacío sin paracaídas…
que sería sin Dios que con brazos abiertos me rescata una y otra vez, sin
importar que tanto he desobedecido, sin importar nada, me toma como su hijo prodigo
y me llena de riquezas y me escucha una vez más que no le volveré a fallar,
cuando sabe bien que volveré a flaquear, volveré a traicionar su amor, cayendo
hasta al profundo abismo, donde solo él me espera para rescatarme de nuevo,
acomodando todas las piezas de mi corazón, dejando en armonía, mi Ello, mi Yo Y
mi Súper Yo!
No hay comentarios:
Publicar un comentario